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Tórtolas

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Flor. 22

Cierto muchacho había apresado un día muchas tórtolas y las llevaba a vender. Encontróse con él San Francisco, que sentía especial ternura por los animales mansos, y, mirando las tórtolas con ojos compasivos, dijo al muchacho:

—¡Oye, buen muchacho; dame, por favor, esas aves tan inocentes, que en la Sagrada Escritura representan a las almas castas, humildes y fieles, para que no vengan a parar en manos crueles que les den muerte!

 

El muchacho, impulsado por Dios, le dio al punto todas a San Francisco y él las recibió en el seno y comenzó a hablar con ellas dulce- mente:
 

—¡Oh hermanas mías tórtolas, sencillas, inocentes y castas!

¿Por qué os habéis dejado coger? Yo quiero ahora libraros de la muerte, y os haré nidos para que os multipliquéis y deis fruto, conforme al mandato de vuestro Creador.

Y San Francisco les hizo nido a todas. Ellas se domesticaron,  y comenzaron a poner huevos y a empollar a la vista de los hermanos. Y vivían y alternaban familiarmente con San Francisco y los demás hermanos como si fueran gallinas alimentadas siempre por ellos. Y no se marcharon hasta que San Francisco les dio licencia para irse con su bendición.

Al muchacho que se las había dado dijo San Francisco:
—Hijo mío, tú llegarás a ser hermano menor en esta Orden y servirás en gracia a Jesucristo.

 

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