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Gato

2C 46

Pero la voracidad viene a deshacer la unión cuando la altanería de uno mayor persigue a los más pequeños. Comiendo él por placer hasta
hartarse, impide que los demás coman. “Mirad –dice el Padre– lo que hace ese glotón; pletórico él y harto, no puede ver que los hermanos que tienen hambre coman. Con muerte bien triste va a desaparecer”. Al dicho del Santo sigue luego el castigo. El perturbador de los her- manos se posa, para beber, sobre una vasija, y,  cayendo
de improviso en el agua, perece ahogado; y ni gato ni bestia alguna osó tocar el ave que había incurrido en la maldición del Santo.

Horrenda tiene que ser la codicia en los hombres, cuando en las aves es castigada con tanto rigor. Y de temer también la condena de los santos, que atrae tan fácilmente el castigo.
 

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