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Aves, Familia

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Estaba un día el bienaventurado Francisco sentado en la mesa con los hermanos; aparecen dos avecillas, macho y hembra, que, solícitas por sus crías, a satisfacción de su deseo, recogen cada día de la mesa del Santo unas migajas. El Santo se alegra con las avecillas, las acaricia, como acostumbra, y cuida de darles de comer. Un buen día, la pareja presenta los pajarillos a los hermanos, como en señal de gratitud por haberlos alimentado, y, confiándoselos, desaparecen ya del lugar. Los pajarillos se hacen a los hermanos, y, posándose en sus manos, están en casa no como huéspedes , sino como quien habita junto a los hermanos.

 

Huyen a la vista de los seglares; y se dan a conocer como quienes han sido criados tan sólo por los hermanos. Observa esto el Santo y queda asombrado, e invita a los hermanos a alegrarse: “Ved –dice– lo que han hecho nuestros hermanos petirrojos; ni que tuvieran inteligen- cia. Como que nos han dicho: ‘Mirad, hermanos, os dejamos nuestros hijuelos que se han alimentado de vuestras migas. Haced con ellos lo que queráis; nosotros nos vamos a otros lares’”. Así, pues, los pajarillos se familiarizan del todo con los hermanos y comen junto con ellos.

 

 

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